Hemos aprendido a desconectarnos de la vida. Poco a poco, con la acumulación de nuestras experiencias vitales, hemos aprendido a gestionar las situaciones de vulnerabilidad a través de mecanismos de supervivencia, que nos han servido en su día, pero que en la actualidad nos impiden conectar tanto con nosotros como con la vida que nos rodea de una forma más íntima, más profunda.
Para poder dar un giro significativo a todo esto es muy importante comprender cómo nos hemos estructurado desde la infancia en lo que respecta al sistema nervioso autónomo. Si recuerdas bien lo que nos explicaban en la escuela sabrás que el sistema simpático es la rama del sistema nervioso autónomo que se activa cuando nuestro organismo, de manera inconsciente, percibe que hay algún peligro: las pupilas se dilatan, el corazón bombea más sangre para que la musculatura pueda activarse para correr y,entre otras cosas, las funciones de nuestro cuerpo que no son necesarias para la supervivencia, son desatendidas: la digestión, la sexualidad o la creatividad, entre otras. Por el contrario, cuando nuestro organismo percibe estar en una situación de seguridad, todas las funciones corporales vuelven a su posición de partida. Y así nos autoregulamos. O no. Porque eso que en los animales puede parecer tan sencillo, en los seres humanos, como animales neuróticos, todo se complica. Debido a nuestras experiencias de vida, hemos fijado internamente como peligrosas situaciones que por sí mismas no lo son: estar en el sofá sin hacer nada y sentir que pierdo el tiempo, estar delante de un grupo de gente o hablar en público.
La teoría Polivagal, que aparece en la década de los 90, además, nos aporta un mayor grado de complejidad y luz a la hora de entender cómo funciona el sistema nervioso autónomo en el ser humano. Esta teoría nos dice que en los mamíferos, el sistema autónomo es algo más complejo. Te lo contaré con un ejemplo ya bastante usado; la gacela y el león.
Imaginaros a una gacela, comiendo hierba tranquilamente en la sabana africana. Imaginaros también que, de repente, en el horizonte ve a un león. El mismísimo rey de la selva acercándose peligrosamente! Qué le va a suceder a la gacela? Pués que se le activará el sistema simpático de supervivencia. Y como intentará autoregularse? Buscando con la mirada a su manada. Si la encuentra, el sistema parasimpático se activará de nuevo. Y si no encuentra la manada y se da cuenta que, en realidad, está sola ante el peligro? Pués que mantendrá el simpático activado en modo lucha/huida. En éste caso evidentemente huirá porqué de ponerse en plan Kungfu, el león, con su solo bocado la dejará en los huesos. Si consigue escapar, conseguirá también activar el parasimpàtico, por fin. Y si el león consigue alcanzarla? Pues el organismo de la gacela aún tendrá un último recurso para intentar sobreviir; se paralizará haciéndose el muerto entre los dientes del león. Hay depredadores que no quieren comerse a un a presa que ya está muerta.
A causa de les imperfecciones de nuestra historia personal, tuvimos la sensación de que, a veces, nuestra manada no estaba disponible. O que si estaba, en muchos momentos no nos acogía. Éste hecho ha causado que, con el paso del tiempo hayamos ido elaborando mecanismos de supervivencia (lucha/huida o congelamiento) en muchos momentos dónde lo más funcional para nosotros/as hubiera sido quedarnos en connexión con nosotros y con los demás. Los mecanismos de defensa nos desconectan de la vida y de nosotros/as: pensamientos intrusivos, mirar el móbil, comer de manera compulsiva… Tomar conciencia de todo esto es importante a la hora de empezar a observar en que situaciones de mi vida puedo aprender a conetarme de nuevo.